Hermanas y hermanos que nos damos cita en este histórico encuentro de trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad con el Concejo Indígena de Gobierno, queremos dirigirles unas palabras sencillas y respetuosas.
Los territorios en los que vivimos los pueblos indígenas están en el campo, en las montañas, en el desierto, en las barrancas o en los valles, donde con los programas del gobierno, con el despojo descarado y violento, con la privatización de la tierra en la que sembramos, con el despojo y contaminación del agua con la que regamos y que vivimos, por la violencia armada del gobierno y sus narcoparamiliares y con la cada vez más precaria economía campesina, muchos de nuestros hermanos y hermanas se ven obligados a migrar a las ciudades para trabajar en lo que sea; como artesanos, en las fábricas, en las minas o como jornaleros en campos agroindustriales que muchas veces se instalan en las mismas tierras que nos han quitado.
Pero donde estemos seguimos siendo pueblos, naciones y tribus originarias, trabajando junto con miles de personas fuera de nuestras comunidades, desde donde buscamos organizarnos y reconstituirnos en colectivo, porque sabemos que si perdemos nuestra identidad y la organización que logremos conservar o construir desde abajo como sabemos, habremos perdido la guerra que iniciaron hace mas de 500 años quienes pensaron que nos exterminarían despojándonos, matándonos, desapareciéndonos o acabando nuestra identidad con su desprecio.
Y donde estemos hacemos también movilizaciones, huelgas, juicios y lo que se necesite para que nuestros derechos como trabajadores y trabajadoras, junto con quienes viven en las ciudades sean respetados. Y entonces somos maestros en resistencia, estamos en el trabajo doméstico, somos obreros y jornaleros en paro, mineros exigiendo mejores condiciones laborales, trabajadores y trabajadoras sexuales exigiendo garantías y respeto, constructores y un largo etcétera.
Pero cuando las cosas salen mal, cuando no nos pagaron, cuando nos reprimen por vender nuestras artesanías en la ciudad o cuando nos despidieron, nos organizamos con otros para defendernos, vamos a nuestras comunidades y hacemos, con el apoyo solidario y comprometido de miles de hermanos y hermanas no indígenas, electricidad propia, damos clases sin que los reconozcan ni apoyen los gobiernos, regresamos a recuperar lo que nos arrebataron los terratenientes y así sembrar nuestra propia tierra, a producir en cooperativas donde todo es para todos y una nueva economía nace donde florecen nuestros pueblos con justicia, con memoria y con dignidad.
Y como vemos que las cosas del capitalismo están saliendo mal para este mundo, que nuestra madre tierra está muriendo por la brutal explotación y nosotros estamos muriendo con ella, gritamos que no queremos morir, que no queremos ver morir a nuestros hijos sin que hayamos luchado por ellos, no queremos que la ambición de los poderoso asesine nuestros bosques, ríos, montañas y lugares sagrados donde se guarda nuestra memoria. Por eso, decimos que de la organización de las y los trabajadores del campo y la ciudad llegó la hora.
Es porque somos comunidad, y porque los pueblos originarios organizados en el Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno, solo tenemos para ofrecer nuestra historia, nuestros aprendizajes llenos de dolor y rabia, las formas ancestrales de gobernarnos, de respetar a la tierra, a nuestros mayores, a los compañeros y compañeras, de engrandecer la palabra colectiva que es sagrada para nosotros.
Solo tenemos nuestros principios, que tienen su sustento en lo que somos en muchas geografías de este país, tanto en el campo como en la ciudad y es lo que ofrecemos, no para gobernar a la gente de este país, sino para que la gente de este país se gobierne, para desmantelar ese poder que nos oprime y hacer nuevas formas de organización del trabajo, donde el salario sea justo y la producción no se base en el despojo y la destrucción a nuestros territorios y nuestra gente, donde no debamos trabajar toda la vida sin tener derecho a nada, donde no debamos abandonar nuestra tierra y familia por la guerra que nos imponen los poderosos para sustentar la producción capitalista que está acabando con la vida. Donde la vivienda, la salud y la educación sea un derecho fruto de la organización de las y los trabajadores.
O sea, donde el dinero no mande, sino que mandemos los de abajo y ese mandar obedeciendo sea nuestro gobierno.
Saludamos pues este encuentro de trabajadores y trabajadoras del campo y la ciudad, llamándoles a tejer en lo pequeño, poco a poco pero con firmeza digna y rebelde, a ser anticapitalistas para que la injusticia no gobierne mas este mundo.
A 24 de enero de 2018
Por la reconstitución integral de nuestros pueblos
Por la reconstitución de las y los trabajadores con rebeldía y dignidad
Nunca Mas un México sin Nosotros