Agosto 21, 2018
CONTINENTE COMO PATIO TRASERO, UN PAÍS COMO CEMENTERIO, UN PENSAMIENTO ÚNICO COMO PROGRAMA DE GOBIERNO, Y UNA PEQUEÑA, MUY PEQUEÑA, PEQUEÑÍSIMA REBELDÍA.
Del mundo bajamos al continente.
Si miramos hacia arriba…
Vemos los ejemplos de Ecuador, Brasil y Argentina, donde no sólo desplazan a los gobiernos supuestamente progresistas, sino que también los persiguen jurídicamente y, en su lugar, ascienden gobiernos entrenados como buenos capataces, o capataces obedientes al capital (aunque, seamos justos, son bastante torpes aún en su cinismo) para el nuevo reacomodo de la finca mundial, que son como Temer en Brasil, Macri en Argentina y en Ecuador, el que era bueno porque lo puso el ahora perseguido Correa (el de la “revolución ciudadana” –“de izquierda”, así lo vendió la intelectualidad progresista-) y ahora resulta que es de derecha, que es Lenin Moreno -paradójicamente se llama Lenin-.
Bajo la vigilancia del Estado que se ha convertido en el policía de la región -Colombia-, y desde el cual se amenaza, se desestabiliza y se planean provocaciones que justifiquen invasiones de “fuerzas de paz”, en toda Sudamérica se vuelve a los brutales tiempos de la Colonia, ahora con el “nuevo” extractivismo, que no es sino el ancestral saqueo de recursos naturales, tipificados como “materias primas”, y que, en los gobiernos progresistas de la región, se avala y promueve como un “extractivismo de izquierda” -que viene siendo algo así como un capitalismo de izquierda o una izquierda capitalista o a saber qué quiere decir eso-, pero igual destruyen y despojan, sólo que es por una “buena causa” (¿?). Cualquier crítica o movimiento opositor a la destrucción de los territorios de los originarios es catalogada como “promovida por el Imperio”, “de aliento derechista”, y demás equivalentes a “es un complot de la mafia del Poder”.
En suma, en el continente, el “patio trasero” del Capital se extiende hasta el Cabo de Hornos.
Pero si miramos hacia abajo…
Vemos rebeldías y resistencias, en primer término, de los pueblos originarios. Sería injusto nombrarlos a todos, pues siempre se correría el riesgo de omitir algunos. Pero su identidad resalta en su lucha. Ahí donde la máquina encuentra resistencia a su avance depredador, la rebeldía se viste de colores nuevos de tan antiguos y habla lenguas “extrañas”. El despojo, también disfrazado de renta de la tierra, trata de imponer su lógica mercantil a quienes se refieren a la tierra como la madre.
Estas resistencias son acompañadas por grupos, colectivos y organizaciones que, sin ser propiamente de los originarios, comparten con ellos empeño y destino, es decir, corazón. Por ello sufren calumnias, persecuciones, encarcelamientos y, no pocas veces, la muerte.
Para la máquina, los originarios son cosas, incapaces de pensar, sentir y decidir; así que no es ajena a su lógica automatizada el pensar que estos grupos en realidad “dirigen”, “usan” y “mal orientan” a esas “cosas” (los originarios) que se niegan a abrazar la idea de que todo es una mercancía. Todo, incluyendo su historia, lengua, cultura.
Para el sistema, el destino de los originarios está en los museos, las especialidades de antropología, los mercados de artesanías, y la imagen de la mano tendida esperando limosna. Debe ser desesperante, para los teóricos y abogados de la máquina, ese analfabetismo que no entiende las palabras: “consumo”, “ganancia”, “progreso”, “orden”, “modernidad”, “conformismo”, “compra-venta”, “rendición”, “claudicación”. Para alfabetizar a esos remisos de la civilización, son buenos los programas asistenciales que dividen y confrontan, los barrotes de la cárcel, el plomo y la desaparición. Y sí, hay quien se vende y entrega a los suyos al verdugo, pero hay comunidades que se mantienen rebeldes porque saben que nacieron para la vida, y que las promesas de “progreso” esconden la muerte peor: la del olvido.
Seguimos a Centroamérica (donde en Nicaragua se reedita Shakespeare, y la pareja Macbeth, Daniel y Rosario, se preguntan “¿Quién se iba a imaginar que el viejo (Sandino) tuviera tanta sangre en el cuerpo?” mientras intentan, en vano, limpiarse las manos en una bandera rojinegra), que se empieza a transformar, de un territorio olvidado (después de un saqueo despiadado), en un problema para el gran capital porque es un gran proveedor, y trampolín, de migrantes; y eso le va a asignar a México, y en concreto al sureste mexicano, el papel de muro.
Y decidimos incluir a México en Centroamérica porque su historia lo llama a la América Latina y, aún en los mapamundis, Centroamérica es el brazo que se extienden quienes son hermanados por el dolor y la rabia.
Pero a los gobiernos distintos que ha padecido y padecerá este país, y a su clase política, la vocación extranjera les lleva a admirar, imitar, servir y procurar “la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia” (José Martí, “Carta a Manuel Mercado”, 18 de mayo de 1895).
Cuando Donald Trump dice que quiere construir el muro, todos están pensando en el Río Bravo, pero el capital está pensando en el Suchiate, el Usumancita y el Hondo. En realidad el muro estará en México para detener a los que vienen de Centroamérica y esto tal vez pueda ayudar a entender por qué Donald Trump, el 1 de julio, saludó al Juanito Trump, que había ganado las elecciones en México.
El sentido de un muro lo da su contraposición a “algo”. Todos los muros se erigen contra ese “algo”; llámense zombis, extraterrestres, delincuentes, indocumentados, migrantes, “sans papiers”, ilegales, clandestinos, ajenos. Los muros no son sino el símil de la puerta y las ventanas cerradas de una casa, que así se protege del extranjero, del extraño, del Alien que, en su diferencia lleva la promesa del apocalipsis final. Una de las raíces de la palabra “etnia” la remite a “la gente extranjera”.
En los planes del capital, el muro contra América Latina tendrá la forma del imposible cuerno de la abundancia y se llamará “México”.
En la región sureste, como ya dijimos, se construye la primera etapa del muro de Trump. La oficina “nacional” de Migración se seguirá comportando como subordinada de la Border Patrol; y Guatemala y Belice son la última estación antes de ingresar a la aduana de Norteamérica. Esto convierte al sureste mexicano en una de las prioridades de conquista y administración.
Por eso, en los nuevos planes “geopolíticos”, se ofrece crear un “colchón”, un “amortiguador”, un filtro que reduzca drásticamente la migración. Se ofrece, así, un placebo para aliviar la pesadilla del capital: una horda de zombis (es decir, de migrantes) al pie de sus muros, amenazando sus formas de vida y “rayando”, en la indiferente superficie de hierro y concreto, el grafiti que señala:
“Tu bienestar está construido sobre mi desgracia”.
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En este país, llamado también “República Mexicana”, las pasadas elecciones federales consiguieron ocultar la realidad… por un instante: la crisis económica, la descomposición social (con su larga cauda de feminicidios), y la consolidación (a pesar de los supuestos “golpes mortales” al narco) de los Estados paralelos (o imbricados con el Nacional) del llamado “crimen organizado”. Aunque por poco tiempo, los asesinatos, secuestros y desapariciones de mujeres de todas las edades, pasaron a segundo plano. Lo mismo con la carestía y el desempleo. Pero, apagándose ya el entusiasmo por el resultado electoral, la realidad vuelve a decir “aquí estoy, falta mi voto… y mi guadaña”.
Sobre el horror que ha convertido a México en un cementerio y en el limbo, el no-lugar, de las desapariciones, no diremos mucho. Bastaría atender a los medios para darse una vaga idea. Pero una descripción, análisis y valoración más profunda, se puede encontrar en las participaciones de Jacobo Dayán, Mónica Meltis, Irene Tello Arista, Daniela Rea, Marcela Turati, Ximena Antillón, Mariana Mora, Edith Escareño, Mauricio González González y John Gibler, en el semillero de abril de este año, “Miradas, Escuchas, Palabras; ¿Prohibido Pensar?”, en el CIDECI de San Cristóbal de las Casas, Chiapas; y en sus escritos, crónicas, reportajes y columnas. Y aun así, leer o escuchar sobre el horror cotidiano, es muy lejano a vivirlo como cotidianeidad.
Al gran capital no le importan las desapariciones, los secuestros y los feminicidios. Lo que le preocupa es SUseguridad y la de SUS programas. La corrupción que le incomoda es la que recorta su ganancia. Por esto es que se le propone “Yo voy a hacer un buen capataz, voy a tener a la peonada tranquila y contenta, vas a volver a tener la seguridad que los gobiernos pasados te escatimaron, vas a poder sacar lo que quieres sacar, y no te voy a robar nada”.
Al sistema le sigue estorbando una cosa que es el Estado Nacional y le va a asignar cada vez más la única función para la que nace cualquier Estado, es decir, asegurar por medio de la fuerza, la relación entre dominadores y dominados.
Los planes de desarrollo de los nuevos gobiernos en cualquier parte del mundo no son sino declaraciones de guerra particulares en los territorios donde esos planes de desarrollo se van a operar.
Si se hablara sin palabrería hueca, se diría que se propone construir páramos y desiertos, y, al mismo tiempo, se construye ya la coartada para eludir la responsabilidad de esa destrucción: “te aniquilamos, pero fue por el bien de todos”.
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Me equivoqué. Nosotros habíamos previsto que iba a haber un fraude electoral (y lo hubo, pero en otro sentido). Habíamos previsto que López Obrador iba a ganar, pero que el sistema le iba a escatimar el triunfo con trampas. Y estábamos pensando en cuáles eran las opciones del sistema después de ese fraude. Según nuestro análisis, no les preocupaba un escándalo porque ya habían soportado el de la Casa Blanca, Ayotzinapa, la Estafa Maestra, las corrupciones en los gobiernos de los estados, y entonces en caso de que se hiciera un escándalo por un fraude, a Peña Nieto ni le iba ni le venía. Pensamos que el dilema del sistema era elegir entre Meade y Anaya, elegir cuál era más de derecha, más eficaz para sus planes, quién de ellos sería un mejor capataz.
Las posibilidades de una resistencia sostenida y radical del entonces candidato que iba a ser defraudado eran mínimas, entonces no iba a pasar nada de peligro para el sistema, pero sí iba a haber protestas. Es la disculpa que les presento, porque pensando en eso es que retrasamos la convocatoria a las redes, porque creímos que iba a haber protestas, bloqueos y todo eso, y si los invitábamos a lo mejor se quedaban atorados en cualquier parte; por eso les llegó tarde la convocatoria, disculpen.
Nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas, siempre nos preparamos para lo peor. Si ocurre, estábamos preparados. Si no ocurre, pues igual estábamos preparados.
Entonces nosotros pensamos ahora, por lo que estamos viendo, que no nos equivocamos, que en efecto el sistema escogió, de entre los cuatro candidatos al que se propone como más eficiente, el señor López Obrador. Y las pruebas de amor que dio el señor López Obrador, o que está dando este señor, para el gran capital, o sea para el finquero, son, entre otros, la entrega de los territorios de los pueblos originarios. Sus proyectos para el sureste, por mencionar algunos, para el Istmo, para Chiapas, Tabasco, Yucatán y Campeche, son, en realidad, proyectos de despojo.
Y lo principal que le preocupa a un gobierno que sale es la impunidad, no sus índices de popularidad. Entonces el “voto” gubernamental debía orientarse a quien le garantizara el no ser perseguido. Que el exilio o la cárcel no fueran el siempre necesario recurso de la legitimidad para el nuevo. El nuevo capataz debía prometer (y probar) que no criminalizaría al capataz pasado.
Pero no crean que el nuevo gobierno va a ser como cualquier otro capataz, con él viene el “nuevo” pensamiento único.
Hay una especie de nueva religión que se está gestando. Como que ya no basta la religión del mercado, que aparece en todos los lugares donde los gobiernos de derecha empiezan a hacerse del poder, sino que es como una especie de nueva moral que se impone con el argumento cuantitativo y que ataca el quehacer científico, el arte y la lucha social.
Ya las luchas no son por una demanda, sino que hay luchas buenas y hay luchas malas. Para ponerlo en un lenguaje que entiendan: están las luchas buenas y están las luchas que sirven a la mafia del poder, el arte “bueno” y el que sirva a la mafia del poder, el quehacer científico “correcto” y el que sirva a la mafia del poder. Todo lo que no se guíe por el nuevo pensamiento único que se está normando, es parte del enemigo. Y la fe, o la nueva fe que se está gestando ahora, necesitan de un individuo excepcional, por un lado, y una masa que lo siga.
Esto ha pasado en otras partes de la historia mundial, y ahora va a empezar a pasar acá. Por eso, a las críticas y señalamientos que hagan ustedes, o que hagamos nosotros, no se responde con argumentos sino se dice, por ejemplo, que somos groseros o que es que tenemos envidia.
No dudamos de que haya gente que, honestamente, haya pensado que el cambio prometido, además de barato (sólo había que cruzar una boleta), apuntaría a un cambio real o “verdadero”. Debe dar bronca que, en el panorama de allá arriba, se repitan los nombres de los criminales de antes, aunque hayan cambiado a guinda su color.
Pero la vocación de derechas del nuevo equipo de gobierno es innegable. Y su entorno “intelectual” y social reivindica sin rubor su tendencia autoritaria. El guión que señalamos hace 13 años, en 2005, se está siguiendo al pie de la letra. Quien fue ruin en la derrota, es ruin en la victoria. Decir que el próximo gobierno es de izquierda o progresista, no es sino una calumnia. Usamos entonces el símil del huevo de la serpiente. Hay una película que se llama así, de Ingmar Bergman, y hay una parte donde un doctor (que, por cierto, lo interpretaba el actor de Kung Fu, David Carradine) explica que lo que está pasando en Alemania en ese entonces -que luego va a hacerse fascista- se puede ver como el huevo de una serpiente, que si lo ves a contraluz, se ve adentro lo que trae, y en ese entonces se estaba viendo adentro lo que ahora está pasando.
Ustedes saben que todo el esfuerzo del Partido Movimiento de Regeneración Nacional, y de López Obrador y su equipo, desde el 1º de julio, es por congraciarse con la clase dominante y con el gran capital. No hay ningún indicio (nadie se puede llamar a engaño), ningún indicio que diga que es un gobierno progresista, ninguno. Sus principales proyectos van a destruir los territorios de los pueblos originarios: el millón de hectáreas en la Lacandona, el Tren Maya, o el corredor del Istmo que quieren hacer, entre otros. Su franca empatía con el gobierno de Donald Trump es ya una confesión pública. Su “luna de miel” con los empresarios y los grandes capitales está representada en los principales puestos de su gabinete y en sus planes para la “IV transformación”.
Creemos que es claro que el beneplácito del Poder, del Dinero al “triunfo” de López Obrador, fue más allá del reconocimiento. En el gran capital hay un verdadero entusiasmo por las oportunidades de conquista que se presentan con el programa de gobierno lopezobradorista.
Tenemos algunos datos duros y muchos chismes (no se pueden comprobar) sobre lo sucedido en el pasado proceso electoral. No los damos a conocer porque de ellos se podría deducir que hubo un fraude, y nada más alejado de nuestras intenciones que el intentar agriar la euforia que invade a los “30 millones”.
Pero lo que nadie quiere señalar es que hubo una especie de “madruguete mediático”, tal y como sucedió en las anteriores elecciones: la de Calderón y la de Peña Nieto. Es decir, no fueron “las instituciones” quienes dijeron quién ganó, sino los medios. Cuando el Programa de Resultados Preliminares Electorales (PREP) apenas iniciaba, Televisa y TvAzteca ya decían quién era el ganador; unos minutos después, con menos del 1% de los votos contabilizados, el aval de Meade, de Anaya y de la Calderona. Pasadas unas horas, el “camarada” Trump se congratula, y en la madrugada del día 2, el ya nombrable, Carlos Salinas de Gortari, se suma a las felicitaciones. Sin conocerse los resultados oficiales, inicia el besamanos que el PRI convirtió en patrimonio nacional. ¿Y el INE? Pues cumpliendo la función para la que fue creado: ser el Patiño de la “democracia electoral”. Las “instituciones” responsables del proceso se limitaron a seguir el alud mediático.
La intelectualidad progresista que, en caso de que no fuera su líder, hubiera denunciado lo ocurrido como un “golpe de Estado mediático”, ahora suscribe, sin rubor alguno, el “haiga sido como haiga sido”: “ganamos, ya no importa cómo”. El asunto es que todo parece indicar que el resultado fue negociado y acordado fuera de las urnas y del calendario electoral. Pero ya nada de eso importa, el gran elector decretó: “Habemus Capataz, a seguir con los negocios”.
Este nuevo pensamiento único va a suplir el argumento de la razón, por el argumento cuantitativo: “30 millones no pueden equivocarse”, que fue el que usó el padre no me acuerdo cómo se llama, ¿Solalinde?, ése (perdón, es que nunca lo pronuncio bien y el SubMoy siempre me está corrigiendo), y que se está usando a cada rato: “¿por qué se oponen a 30 millones? Ustedes son apenas 300 personas y además son sucias, feas, malas y groseras”. Bueno, hablan de ustedes (las redes), yo sólo soy grosero.
Con esta nueva forma de fe (frente a ella, nosotros estamos insistiendo que falta el voto que vale, que es el voto de la realidad), es como se empieza a imponer en el imaginario colectivo la razón de la cantidad sobre el análisis y la razón argumentada.
Y la historia se empieza a reescribir para convertirse en la nueva Historia oficial. En ella, todos los movimientos sociales y políticos del pasado en realidad apuntaban a llevar a la presidencia a López Obrador. Ya leímos que el movimiento del 68 no fue sino el antecedente del “fin de los tiempos”, 50 años después. Ya leímos que se purifica a Manuel Bartlett y a criminales semejantes porque están del lado del ganador. Ya leímos que Alfonso Romo es un empresario “honesto” que sólo tiene interés en mejorar a su prójimo.
Ya leímos que, quienes ayer eran del PRI, del PAN, del PRD, del Verde Ecologista, o que se foguearon como militantes en la farándula, ahora son preclaros líderes de la IV transformación. Y ya leímos también que ¡el alzamiento zapatista de 1994 fue el preludio del alzamiento “ciudadano” de 2018! Y el líder ya indicó que se hagan elaboraciones teóricas sobre su ascenso al Poder. No falta mucho para que los historiadores afines, modifiquen los libros de texto de historia.
Advertimos que viene un alud, un tsunami, de análisis frívolos y chabacanos, de nuevas religiones laicas, de profetas menores -muy menores-, porque tienen la plataforma para hacer eso. Habrá muchos sapos para quien quiera tragarlos. Y. puesto que hablamos de neo religión, las ruedas de molino se democratizarán para que todos puedan comulgar.
Aparecerán los nuevos “boy scouts”, los niños exploradores dispuestos a hacer el bien, aunque mirando bien a quién.
Los “representantes de los ciudadanos” promoviendo la ciudadanización: lo que quieren los “autóctonos” (me cae que así nos dicen) es ser como quien los despoja. Ser “iguales”, así sea en la fugaz temporalidad de la urna, y “libres” a la hora de firmar la concesión para la mina-hotel-vía férrea, el contrato de “empleo”, los pagos a plazos, el “apoyo firme a nuestro presidente”, la solicitud de “apoyo gubernamental”.
Habrá un auge previsible de la gestoría pero, en lugar de recursos, tendrán interlocución. Y eso vale, aunque no haya paga. Porque el modelo de “ventanillas” se descentralizará. Ya no se tendrá que ir a un edificio, formarse y darse cuenta, después de una larga fila, de que faltó la copia rosa. Ahora la ventanilla irá a su lugar: “pida, nosotros vamos; como comprobante recibirá usted una promesa”.
Si hay quien nada tiene, es probable que tenga la esperanza. Los nuevos timadores se encargarán de administrar esa esperanza, de dosificar su aliento y de convertirla en la quimera que consuela pero no resuelve.
Se reciclará el argumento que se usa en cierto sector de la lucha social, que dice que no es posible cambiar el sistema, que lo que hay que hacer es administrar o limar sus filos para que no lastimen mucho, o sea, que podemos convertirlos en buenos capataces, incluso llegar a crear un buen capitalismo, y que es posible cambiar al sistema desde dentro.
Ya se adivina la figura a través del cascarón: se demanda la claudicación de la razón y el pensamiento crítico; el enaltecimiento del nacionalismo con base al autoritarismo “bueno”; la persecución de lo diferente; la legitimidad ganada por griterío; la neo religión laica; la unanimidad impuesta; la claudicación de la crítica; y el nuevo lema nacional: “Prohibido Pensar”. En suma: la hegemonía y la homogeneidad que sustentan los fascismos que se niegan a reconocerse como tales.
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¿Son conceptos que permiten entender (y actuar) los que se presentan a la mano? ¿Términos como “ciudadanía”, “juventud”, “mujeres”, “progreso”, “desarrollo”, “modernidad”, “democracia electoral” como sinónimo de democracia?
El término “ciudadano” no sirve como concepto para entender lo que sucede: “Ciudadano” es Carlos Slim, como lo es el campesino despojado por el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Lo es Ricardo Salinas Pliego, y quien vive en la calle después del terremoto de septiembre del 2017. Lo es Alfonso Romo, y los miembros de la comunidad tzeltal que serán despojados de sus tierras para que pase un tren en el que los turistas se tomen “selfies”.
Otro: “juventud”. “Jóvenes” son las hijas de Peña Nieto, y las trabajadoras y estudiantes asesinadas.
Otro: “mujeres”. “Mujeres” son la Aramburuzavala, la Gonda, la Sánchez Cordero, la González Blanco Ortiz Mena, la Merkel y la May, y lo son las asesinadas de Ciudad Juárez, las violadas en cualquier rincón del mundo, las golpeadas, las explotadas, las perseguidas, las encarceladas, las desaparecidas.
Todos los conceptos que eliminen la división o que no ayuden a entender una división de clase entre dominadores y dominados, son un engaño y permiten que convivan, en uno, unos y otros. Esta transversalidad -que le dicen- entre el capital y el trabajo, no sirve para nada, no explica nada y lleva a una convivencia perversa entre explotador y explotado y, por un momento, parece que son lo mismo aunque no sea así.
Viene también ese intento de volver al sistema de antes, ese salto imposible hacia atrás al “Estado de Bienestar”, al “Estado Benefactor” de Keynes, al viejo PRI (por eso alguien bromeaba que la primera transformación fue PNR; luego la segunda fue PRM; la tercera fue PRI, y ahora la cuarta transformación es PRIMOR).
Y con eso viene la añeja discusión entre reforma y revolución. Los “debates” entre los “radicales” que pugnaban por la revolución, y los “fresas” que estaban por un cambio gradual, por las reformas paulatinas hasta llegar al reino de la felicidad. Esas discusiones se daban antes en los cafés. Las ágoras de ahora son las redes sociales y se puede seguir ese ejercicio de autoerotismo en los “influencers” (o como se diga).
Nosotros pensamos que ni siquiera es necesario discutir eso, porque la reforma no es posible ya; lo que destruyó el capitalismo ya no es salvable, ya no puede haber un capitalismo bueno (pensamos que nunca ha existido esa posibilidad), tenemos que destruirlo totalmente.
Y parafraseando lo dicho por las zapatistas en el Encuentro de Mujeres que Luchan: no basta con prenderle fuego al sistema: hay que estar pendientes de que se consuma totalmente y sólo queden cenizas.
De esto ya hablaremos en otra ocasión. Por ahora sólo queremos señalar que la contrarrevolución social sí es posible No sólo es posible, sino que va a acechar continuamente, porque van a tratar de aniquilar toda lucha externa a este proceso de domesticación que va a seguir Va a tratar de ser arrasada, sobre todo con violencia.
No sólo en marginación, no sólo en calumnias, sino que va a incluir los ataques paramilitares, militares, policiacos.
Para todo aquel que desafíe estas reglas nuevas -que en realidad son las viejas- no va a haber amnistía, ni perdón, ni absolución, ni abrazos, ni fotos; va a haber la muerte y la destrucción.
La lucha contra la corrupción (que no es otra cosa que la lucha por una buena administración del dominio) no sólo no incluye la lucha por la libertad y la justicia, sino que se le contrapone, porque con la coartada de la lucha contra la corrupción se pugna por un aparato de Estado más eficiente en la casi única función que detenta el Estado Nacional: la represión. Pronto, ni ésa.
El gobierno dejará de ser el capataz ladrón que se queda con varias vaquillas y toretes que no reporta al finquero. El nuevo capataz no robará, le entregará al patrón la ganancia íntegra.
Quieren devolverle al Estado Nacional, en este caso México, sus funciones reales. Es decir, cuando se habla de que se necesita la seguridad, es la seguridad del capital; es la implantación y el perfeccionamiento de un nuevo estado policial: “voy a hacer bien las cosas porque voy a vigilar todo”. La seguridad reclamada por la “ciudadanización” es, en los hechos, la reimplantación de un sistema policíaco, un muro modernizado y profesionalizado que sepa distinguir entre “los buenos” y “los malos”.
Se profesionalizará la policía de la ciudad del Capital. Ahí se reducirá el índice criminal y habrá policías “bell@s” que ayudarán a l@s ancian@s a cruzar la calle, buscarán a las mascotas extraviadas y verán que el tráfico sea amable para quien importa: los automóviles.
Afuera, en la periferia, seguirá adelante el contubernio entre quien debe prevenir y perseguir el delito, y quien lo comete. Pero, en compensación, se fomentará el turismo extremo: en la ciudad del Capital se organizarán “tours” y “safaris” para conocer esas raras creaturas que habitan las sombras; los turistas podrán tomarse una “selfie” con el joven detenido-golpeado-asesinado, con su sangre confundiendo los colores de los tatuajes, matando el brillo de los piercings y estoperoles, manchando el verde-morado-azul-rojo-naranja del cabello. ¿Quién era? ¿A quién le importa? En una “selfie” todo lo que no sea el “yo” es pura escenografía, una anécdota, una emoción “fuerte” para lucir en el feis, en instagram, los chats, las autobiografías. Y, en el altavoz del vehículo blindado, la guía de turistas, amable, advierte: “les recordamos que el consumo de tacos, tortas y demás garnachas son por su cuenta y riesgo; la empresa no se hace responsable de indigestiones, gastritis e infecciones estomacales. Para quienes bajaron, aquí tenemos gel antibacterial”.
El nuevo gobierno promete recuperar el monopolio del uso de la fuerza (que le fue arrebatada por el llamado “crimen organizado”). Pero ya no sólo con las policías y ejércitos tradicionales. También con los “nuevos” vigilantes: las nuevas camisas “pardas” o guindas, en las que se van a convertir los feligreses de la nueva religión laica; la masa que va a estar atacando a los movimientos sociales que no se domestiquen. Los reciclados “batallones rojos” (ahora “guindas”, por la IV transformación) que habrán de completar la “limpieza” de suci@s, fe@s, mal@s y groser@s, y todo aquel que se resista al orden, el progreso y el desarrollo.
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Entonces seguimos bajando, pues, a ver cómo están resistiendo (junto a otras organizaciones, grupos y colectivos), nuestras comunidades, -ahorita aquí con nosotros está parte de la dirección colectiva del EZLN, 90 comandantas y comandantes, son más pero son los que nos están acompañando esta vez para honrar la visita de ustedes (las redes)-.
Nosotros seguimos caminando con dos pies: la rebeldía y la resistencia, el no y el sí; el no al sistema y el sí a nuestra autonomía, que quiere decir que tenemos que construir nuestro propio camino hacia la vida. El nuestro está basado en algunas de las raíces de las comunidades originarias (o indígenas): el colectivo, el apoyo mutuo y solidario, el apego a la tierra, el cultivo de las artes y las ciencias, y la vigilancia constante contra la acumulación de riqueza. Eso, y las ciencias y las artes, son nuestra guía. Es nuestro “modo”, pero pensamos que en otras historias e identidades, es diferente. Por eso nosotros decimos el zapatismo no se puede exportar, ni siquiera en el territorio de Chiapas, sino que cada calendario y geografía tiene que seguir con su propia lógica.
Los resultados de nuestro caminar están a la vista de quien quiera mirar, analizar y criticar. Aunque, claro, nuestra rebeldía es tan, pero tan pequeña, que se necesitaría un microscopio o, mejor aún, un periscopio invertido para detectarla.
Y tampoco es un ejercicio muy alentador: nuestras posibilidades son mínimas.
No llegamos, ni de lejos, a los 30 millones.
Tal vez sólo seamos 300.
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(Continuará)